
Hoy os voy a confesar que yo siempre he sido la típica niña de muñecas. Coqueta y presumida desde pequeña. Siempre, siempre, pedía a los Reyes muñecas y más muñecas. Reconozco que, casi hasta los dieciséis años las pedía. Eran ya muñecas de trapo preciosas que aún conservo con muchísimo cariño.
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